domingo, 10 de noviembre de 2013

Fe

Santo Tomás de Aquino lo expresaba con una fórmula que él tomó de la Tradición teológica y se remonta a San Agustín. Decían estos grandes Doctores de la Iglesia que lo propio del acto de fe, lo que distingue a la fe de cualquier otro tipo de conocimiento, es el «assensus cum cogitatione» : asentir, decir que sí nuestro entendimiento, permaneciendo en el alma, sin embargo, una cogitatio —de traducción más sutil—. Se nos quiere decir que, cuando yo asiento en el acto de fe, ese asentir lleva consigo una «inquietud de pensamiento»: yo querría ver, dominar, desentrañar, porque es lo que pide mi cabeza: abarcar, comprender; y, sin embargo, no abarco, no domino: me supera, me trasciende la Verdad divina. Mi cabeza quiere profundizar hasta el final y no llega, por eso está inquieta.

Pues bien esta inquietud es constitutiva del acto de fe, no es adventicia, no viene de fuera, no es por sí misma una tentación, ni mucho menos Una duda de fe. Quiero decir que al acto de fe están indisolublente unidas estas dos cosas: asentir y gozar de la verdad y, a la vez, estar como insatisfecho. «En la fe, decía Santo Tomás, la certeza y la inquietud se dan por igual, quasi ex aequo» (SANTO TOMÁS, De Veritate, 14, 1.)... lo propio del entendimiento es ver, el hombre desea ver y, si no ve, está inquieto: «El conocimiento de fe no aquieta el deseo: al contrario, lo hace más vivo» (SANTO TOMÁS, Contra gentes, 3, 40).

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