domingo, 22 de agosto de 2010

Vida privada… influencia pública


Dice Gabriel Chalmeta en su tratado de Ética Especial:
Además, la actividad «privada» permite construirse una personalidad psicofísica íntegra por lo que se refiere a los afectos y a la misma voluntad. Se entiende bien esta idea a partir de la constatación de cómo cualquier individuo que se trate (se ame) habitualmente como un sujeto de simple bienestar, dejando que su voluntad se rinda ante todos los caprichos de la sensualidad que no sean claramente ilegítimos (mirando todo lo que sea lícito mirar, oyendo música siempre que le apetezca, comiendo en cualquier momento del día, asumiendo siempre la postura más cómoda, etc.) o buscando satisfacer de todos los deseos de autoafirmación que no sean directamente ilícitos (figurar siempre y en todo, insistir cuando se tiene razón, etc.), será un individuo que acabará por desarrollar una personalidad éticamente enferma: una personalidad viciosa, egoísta, en el sentido preciso que antes hemos estudiado. Así lacerada por el amor propio desordenado, la persona provocará, inevitablemente, una laceración semejante en sus relaciones con Dios y con el prójimo.

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