domingo, 25 de octubre de 2009

Schopenhauer















Tus eternas objeciones, tus quejas sobre el estúpido mundo y la miseria humana, me dan malas noches y sueños desagradables [...]
No he tenido un solo momento desagradable que no te lo debiera a ti.
He tenido oportunidad de leer algunos extractos de cartas que escribía Johanna Schopenhauer a su hijo Arthur, cuando era un aprendiz de comercial y después cuando empezaba su formación intelectual.
Conozco tu temperamento. Eres irritante e insoportable y considero sumamente difícil convivir contigo. Todas tus buenas cualidades quedan oscurecidas por esa superinteligencia, lo que las vuelve inútiles para el mundo. Ves defectos en todas partes salvo en ti mismo, y en consecuencia amargas la vida de cuantos te rodean: nadie desea que lo iluminen a la fuerza...
En abril de 1807, apenas dos años después del suicidio de su marido, y cuando Arthur Schopenhauer contaba con 20 años, le anima a que decida estudiar lo que desee y que abandone la preparación para llevar los negocios familiares como le había impuesto su padre. Es una carta que como el mismo Arthur reconoce le hace llorar, y muestra lo que ella -entonces mucho más conocida como escritora que su hijo, que todavía no era nadie- le quiere:
Arthur, piénsalo con detenimiento y elige, pero luego mantente firme; no permitas que flaquee tu perseverancia y podrás conseguir lo que te propongas. Elige lo que quieras (...) pero con lágrimas en los ojos, te imploro: no te engañes a ti mismo. Trátate con seriedad y honestidad. Está en juego el bienestar de tu vida, además de la felicidad de mi vejez, porque solamente tu y Adele podéis reemplazar mi juventud perdida No soportaría saber que eres desdichado...
...y es que su madre le quería -como todas las madres-, aunque llega un momento en que no puede más, y se da cuenta que no pueden estar juntos ... ni siquiera cerca:
Creo que es más inteligente decir claro lo que deseo y lo que pienso de las cosas, así nos entenderemos mutuamente desde un principio. Que te tengo mucho cariño es algo que sin duda ya sabes. Te lo he demostrado y te lo seguiré demostrando mientras viva. Es necesario para mi felicidad saber que tu eres feliz, pero no ser testigo de ello. Siempre te he dicho que es muy difícil vivir contigo Y cuanto mas te conozco, más me reafirmo en esa idea.
Lo diré bien claro: mientras tú seas como eres, yo preferiría hacer cualquier sacrificio a consentir en tenerte cerca [...] Lo que me repele no es algo innato en ti, sino tus ideas, tu manera de pensar, tus hábitos; dicho de otro modo, no estamos de acuerdo en nada que concierna al mundo exterior.
Mira, querido Arthur, cada vez que venías a verme se producían escenas violentas por cualquier tontería, y sólo volvía a respirar cuando te marchabas, porque tu presencia, tus quejas sobre cosas inevitables, tus malas caras, tu pésimo humor, las extravagantes opiniones que profieres [...] todo eso me deprime y preocupa, sin que a ti te ayude.

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