Leo en los Diarios íntimos de Unamuno
En un. principio pedía paz, sosiego, no acordándome mas que de mí. Y un día, en Alcalá, al abrir la Imitación y leer aquello de: «No tengo boca para hablar sino sola esta palabras: Pequé, Señor, pequé; ten misericordia de mí; perdóname» comprendí al punto que había de pedir perdón y no paz. Perdón, y no otra cosa! No se me había ocurrido hasta entonces claro que había pecado mucho contra el Señor.
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