Carmen Laforet en "La
mujer nueva" narrando la conversión de Paulina ...
No quiero una realidad como
la de los cerdos. Quiero una realidad humana. He pasado demasiados años
pensando en mi cuerpo, en sus sensaciones, en sus anhelos, en sus vacios. Ahora
debo someterlo a otra cosa mucho más grande" (p.278)
Ahora, la vida de Paulina
no podía ser igual que antes de haber tenido aquella viva iluminación en el
tren. Su vida pagana, limpia y estólida de espíritu, regida por instintos,
deseos limados por la educación, sentimientos más o menos desarrollados ... esa
vida había terminado (p.257)
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