Hace poco algunos doctores, a
quienes la ley permite dictar órdenes a sus más andrajosos conciudadanos,
expidieron un decreto acerca de que debía cortarse el pelo a todas las niñas
pobres. Alegaban que los padres viven amontonados de tal modo que no se puede
permitir que las niñas tengan el pelo largo por temor a los piojos. Por
consiguiente, los doctores propusieron abolir el pelo; nunca se les ocurrió
abolir los piojos (...) Ahora bien, el objeto y propósito de éstas últimas
páginas es proclamar que debemos comenzar completamente de nuevo y por el otro
extremo. Yo comienzo con el pelo de una niña. Todo lo demás puede ser malo,
pero sé que esto cuando menos, es bueno. Lo que se oponga a ello debe
derrumbarse. Si el propietario y la ley y la ciencia están en contra del pelo
de la niña, el propietario y la ley y la ciencia deben derrumbarse.
..Con el rojo pelo de una chiquilla del arroyo yo incendiaré la civilización moderna (.) nadie mutilará ni tocará
a esa rapazuela (...) no, todos los reinos de la tierra serán hendidos y
rajados en su bien. Las columnas de la sociedad se estremecerán y los techos
seculares vendrán abajo en ruinas y a la niña no se le tocará un cabello de su
cabeza80 . (“Lo
que está mal en el mundo” Chesterton)
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