un niño es más débil que
un hombre si se trata de pelear o de conocer el mundo, pero que de ningún modo
es más débil en su voluntad o en su deseo. Por eso, a quienes sostienen que no
hay que señalarles lo malo sino hacerles atractivo lo bueno les hacía notar que
eso, dicho así, no tiene mucho sentido: los niños tienen más vida que nosotros,
lo que no tienen es ley. Lo que tenemos que decirles a los niños es que si
rompen la flor no crecerá de nuevo. No necesitamos tanto enseñarles a admirar
la flor como enseñarles el mal de romperla. No necesitamos insistirles en que
admiren el valor, pues ya lo admiran. Necesitamos enseñarles cosas como el
molesto proceso de lavarse, pues los niños no caen en el pesimismo ... sino en los
charcos. No necesitamos, tampoco, enseñarles nuevas verdades o enseñarles a ser
reformadores. El niño necesita conocer las cosas que son fijas, no las que
están cambiando: debemos enseñarle la belleza y no la moda; debemos
enseñarle que diga la verdad que conoce y olvidarnos de tanta palabrería acerca
de animarle a buscar la verdad que no conoce.
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